PREFACIO
A mediados de Diciembre 2019 me llamó por WeChat con un sentido de urgencia Liu Chuan Feng, mi hijo chino: “Bàba, algo está pasando en Wuhan y parece ser similar a lo que vivimos en Hong Kong en la primavera de 2003, te acuerdas?” Cómo no voy a acordarme pensé y un escalofrío pasó por todo mi cuerpo, paralizándome por un largo instante!
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Me llamo Friedrich Barón von Pawlowska y soy fotógrafo, bueno, más bien soy aficionado a la fotografía, a la fotografía natural, lo que significa que trato de captar los panoramas majestuosos de nuestro planeta como lo pueden ser las múltiples tonalidades de azul y las grietas de los glaciares en La Patagonia, un eclipse lunar emergiendo de las aguas del Mar Adriático visto desde la isla de Brač, las sombras de las cordilleras y los picos del Himalaya, el verde profundo en la selva en el Amazonas, la majestuosidad de los volcanes americanos, los diferentes colores entre los desiertos Taklamakán, Sáhara o Atacama, pero al igual me fascinan la flora y la fauna exuberante y tan variada, colorida y variopinta, a veces oculta o no tan evidente, o evidente y no realmente visible como puede ser la diminuta flor de un cactus en el jardín Majorelle, el moho sobre los árboles muertos en la Selva Negra o un leopardo mimetizado entre las ramas de una acacia erioloba en el delta de Okavango.
Pero captar el momento justo de una fuerte discusión entre vendedor y comprador en el bazar de Marrakech, la inocente sonrisa de un niño curioso en la aldea tayika de Bulunkul, la mirada profunda de un hombre santo junto a las orillas del río Ganga o el rostro ensimismado de una mujer enamorada con cuerpo venusiano resemblando un cuadro de Botticelli, hace que la fotografía, al igual que un cuadro de Francisco de Goya, supere cualquier otro medio para transmitir emociones y mensajes de forma tan instantánea.

En mi vida paralela soy ingeniero y economista. Cuando no capto momentos con mi cámara fotográfica, me dedico a asesorar ejecutivos jóvenes y menos jóvenes en el manejo y desarrollo de sus empresas o proyectos, capacitarles en su desarrollo personal y profesional y no pocas veces, en dedicarles tiempo para asesorarles en otras áreas de sus vidas no profesionales, escuchándoles solamente. Es en esos momentos cuando recuerdo las palabras de mi maestro de religión y filosofía en el momento de abandonar el internado jesuita que visité por casi 10 años en mi juventud hasta finalizar el bachillerato: “Friedrich, es una verdadera lástima que hayas rechazado la oferta de continuar tus estudios en nuestro seminario y tomar el voto del noviciado. Tienes todos los dotes de un profeso o coadjutor espiritual en la Compañía de Jesús. Pero respetamos tu decisión y te deseamos mucho éxito en tus estudios de ingeniería. Sabemos que en el fondo llevas esos dotes contigo, independientemente de la profesión que ejerzas”. Los dotes, como los llamaba mi maestro, me han hecho un observador de situaciones, sin juzgar entre lo bueno y lo malo pero más bien, de tratar de juzgar entre lo razonable y menos razonable, probable e improbable, justo o injusto, algo que no es siempre bien recibido. El portador de las malas noticias es normalmente ejecutado. Mi tatarabuela Angelika, la condesa von Pawlowska, terrateniente y matriarca del condado Pawlowska en las cercanías de la ciudad Katowice en Alta Silesia, había insistido en que todos los primogénitos de la familia debían de recibir su educación en un internado jesuita y en el mejor de los casos, de seguir con su vocación una carrera eclesiástica. Los valores prusianos y la educación recibida en el internado durante mi juventud, han prevalecido y me han acompañado durante mis estudios académicos en Europa y los EEUU y luego en mi función como asesor o empresario en todos los continentes, incluyendo en China.
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Zhou Zuofen era un cocinero muy cotizado en Shenzhen porque le gustaba preparar platos tradicionales de la cocina cantonesa. Para preparar el cotizado plato chuān shān jiǎ, Zuofen necesitaba ir al mercado local donde se vendían todo tipo de animales vivos, muchos silvestres, todos apretujados en cajas de madera unos tras o encima de otros. El olor era espantoso, pero Zuofen sabía exactamente dónde podía encontrar los mejores pangolines. Todos eran para el consumo en la cocina tradicional cantonesa. Allí estaban, al final de un callejón sin salida para mantenerse alejados del resto de este inmenso mercado para los mercaderes que venían del campo a vender sus víveres, sean murciélagos, patos, pollos, palomas, cerdos, serpientes, monos importados y muchos animales vivos más para encontrar su destino en un plato de la cocina cantonesa. Zuofen a veces también preparaba cerebro de mono, pero solamente por pedido específico, a escondidas y solamente para comensales conocidos, las leyes para preparación de animales vivos prohibía ésta practica desde hacía un par de años. Pero para preparar yan wo, Zuofen tenía que ir a otro mercader que tenía los exquisitos y carísimos ingredientes para preparar el nido de golondrinas. Hem ga tsan! Maldita sea su familia, el precio en el mercader había subido a casi 5.000 ¥ por onza, no lejos del precio del oro, pero la mercancía era de altísima calidad y no la basura que se le vendía a los turistas y hombres de negocios extranjeros en los nuevos hoteles de cinco estrellas, no quedará otra opción. Solamente altos funcionarios y nuevos ricos podían darse el lujo de venir a su pequeño y exclusivo restaurante y pagar un menú de 20 platos de primera cocina cantonesa, muchos comensales acompañados de mujeres jóvenes o conocidas en el mundo del arte cantonés, pocos venían con sus verdaderas esposas. Después de seleccionar la mercancía y regatear un descuento, Zuofen regresa a su restaurante. El fin de semana vendrá el alcalde político con una comitiva de 6 funcionarios, todos acompañados de sus respectivas “damas”. El separé y el banquete tienen que estar impecables, Zuofen tiene un favor que pedirle al alcalde: Su hijo “Charlie”, un chico muy inteligente y ambicioso, quiere estudiar medicina en la universidad John Hopkins en los EEUU y para eso necesita una beca del estado que le pague las horrendas matrículas.
El banquete fue todo un éxito, el mismísimo alcalde elogió el chuān shān jiǎ y en especial el yan wo. Zuofen se había esmerado en la preparación él mismo. Destripe, desplume y limpieza de los animales que estaban prácticamente embadurnados de heces, la ardua preparación de los nidos de golondrinas, prácticamente todo. Charlie tenía que conseguir la beca y a pesar que se sentía cansado, con la garganta seca y tosiendo, acabó todo impecablemente. El alcalde le prometió de mirar lo que podía hacer por su único hijo, lo más importante en su vida.
El domingo amaneció tosiendo y con fiebre, así que su mujer lo llevó al hospital local. En emergencias le diagnostican una neumonía y le aplican antibióticos, pero su estado empeoraba a pesar de que el médico de turno, el Dr. Wong, había aumentado la dosis. Probablemente no era un neumonía bacterial, sino algún virus pensó Dr. Wong. El médico de cabecera del Zhongshan Memorial Hospital de la capital cantonesa Guangzhou, el pulmonólogo Dr. Liu Jianlun, era una eminencia, él sabrá que hacer. En Shenzhen no podrán hacer nada más por el paciente, que de paso ya estaba entrando en un estado de delirio, la fiebre había subido a casi 41 grados y había que administrarle oxígeno continuamente. Al paciente Zhou hay que enviarlo inmediatamente a la capital cantonesa. No hay que perder mas tiempo!
Cuando Zuofen llega al Zhongshan Memorial Hospital estaba prácticamente en agonía. El médico de cabecera Dr. Liu lo esperaba con su equipo de enfermería, los síntomas eran totalmente atípicos a los de una neumonía regular. Había que administrarle oxígeno por intubación para evitar la asfixia desde el momento de su llegada. Además iban a probar un medicamento intravenoso utilizado en los EEUU contra contagio pulmonar viral descubierto durante los estudios contra el virus de inmunodeficiencia humana en los años 90 del siglo pasado. El medicamento retroviral era nuevo en China y muy caro, todo su equipo estaba pendiente.
Pero independientemente de los cuidados intensivos y medicamentos modernos que se le administran, al día siguiente fallece el paciente Zhou Zuofen. Había entrado en coma y lo único y último que pensó Zuofen antes de perder completamente la consciencia fue, si el alcalde iba a cumplir su palabra de enviar a su hijo Charlie a estudiar medicina a los EEUU.
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Cuando el Dr. Liu Jianlun llega acompañado de su esposa a Hong Kong dos semanas después, sufría ya de un agudo dolor de cabeza, toz y alto cansancio. Aunque Hong Kong estaba a solamente 130 kilómetros de Guangzhou, su esposa le había urgido de cancelar el viaje y reposar, pero el médico había insistido en el viaje, su bellísima y talentosa sobrina Liu Mei Feng iba a casarse en un par de días con un joven magnate, la boda era la sensación en las columnas de la prensa en Hong Kong y él no quería perderse de ninguna forma este suceso donde iba a participar toda la prominencia local.
Aunque la fiesta de la boda iba a tomar lugar en el exclusivo hotel Peninsula, su esposa había reservado una habitación en el Hotel Metropole, menos exclusivo que el Peninsula pero mas adaptado al salario de su marido. Otros parientes y amigos también iban a quedarse en el Metropole, así que el Dr. Liu no había tenido objeciones.
Le preocupaba que desde hacía 2 semanas habían enfermado repentinamente varias enfermeras de su departamento en el Memorial Hospital, además algunos médicos de otros departamentos y muchos pacientes, algunos de ellos habían fallecido en un tiempo muy breve después de ser ingresados y nadie había sospechado por qué. Todos habían tenido síntomas de una neumonía, la trayectoria había sido la misma, dolores de cabeza intensos, toz seca seguida de fiebre. Antes de salir hacia Hong Kong, el Dr. Liu había redactado y enviado un reporte al ministerio sanitario de la capital cantonesa. Ahora padecía él mismo de dolor de cabeza y toz seca, además de ese infinito cansancio. Había tenido más que un presentimiento, de que todas esas incidencias tenían que ver con el paciente que le habían mandado desde Shenzhen dos semanas atrás. Habrá sido aquel pobre diablo el paciente cero, el super-portador de una enfermedad desconocida? Pero las ansias de participar en la boda de su sobrina y ser parte del destacado grupo de invitados en Hong Kong, le había cegado la mente. Seguramente todo iba a salir bien. Lo que no sabía el Dr. Liu en ese momento es, de que no volvería a su puesto de trabajo en Guangzhao, de que ni siquiera volvería a salir de Hong Kong, de que iba a fallecer en 7 días de un virus altamente contagioso y mortal, pero no sin antes contagiar a otras centenas de personas, de las cuales muchas iban a fallecer tan dramáticamente como falleció él en la unidad de cuidados intensivos del hospital Kwong Wah. Su esposa, su cuñado y lamentablemente, también su bellísima sobrina Mei Feng, la novia que dejó viuda al joven magnate en menos de dos semanas después de celebrar una fulminante fiesta de casamiento en el hotel Peninsula, también iban a estar entre los cientos de fallecidos. El Dr. Liu fue el segundo súper-portador del quinto virus coronario en la historia, pero provocando el primer Síndrome Agudo Respiración Severo, más conocido en el mundo entero después como la pandemia del SARS. El gobierno chino había censurado los reportes del Dr. Liu y no fue hasta un mes después que dio aviso a la organización mundial de la salud OMS, demasiado tarde, ya que el virus había logrado salir de China hacia Hong Kong y de Hong Kong hacia el resto del mundo.
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Chuan Feng había insistido: “Bàba, tienes que venir a Hong Kong a la boda de Mei Feng, sabes que es mi prima predilecta y tú siempre has admirado su belleza y la gracia con la que actúa en la ópera de Pekín. Jim tampoco me cae bien, pero si Mei Feng se va a casar con él, no es por su arrogancia ni por los millones que gana con su agencia de transporte, seguramente tiene otras cualidades y quizás puedas capturar con tu cámara algunas de ellas. Además vendrán todos de la familia del norte de China que no sueles ver tan frecuentemente. Se alegrarán de verte, será como antes una gran reunión familiar entre oriente y occidente.”
Liu Mei Feng y mi hijo Liu Chuan Feng eran primos. Mientras que Chuan Feng no heredó mucho del talento artístico de la estirpe de su madre manchú, Mei Mei, como la llamábamos cariñosamente en el círculo íntimo familiar, había sido una artista desde ya corta edad y al igual que la madre de Chuan Feng, gozaba de una nobleza y belleza como solamente la pueden tener las mujeres de la antigua Manchuria.
La abuela de Chuan Feng había sido una muy famosa cantante y diva de ópera china en los difíciles años del estado títere sino-japonés de Manchukuo en los años 40 del siglo pasado. Incluso había conocido a Pu Yi, al último emperador chino en varias de sus múltiples actuaciones en Mandju Gurun, la que hoy se llama Changchun. Hacia el final de la segunda guerra mundial, que culminó con la implosión de la ocupación japonesa en Manchukuo y originó la ocupación soviética, la abuela había huido hacia Chong Qing, la capital del partido nacionalista Kuomintan, donde conoció en una de sus muchas actuaciones al líder del partido, al general Chiang Kai-Shek. Pero eso no quedaba allí, la guerra civil entre el Kuomintan y el partido comunista chino iba a decidirse, para el asombro de muchos, por los comunistas. Chiang Kai-Shek huyó con sus seguidores hacia la isla de Formosa y la abuela de Chuan Feng tuvo que mudarse nuevamente, decidiéndose esta vez de ir hacia Pekín, donde perfeccionó sus roles del carácter femenino “dan” en la famosa Ópera de Pekín. Con los nuevos mandatarios ahora asentados en la nueva capital en Pekín, su nuevo admirador iba a ser nadie menos que el líder de la nueva República Popular China, el presidente Mao Tse Tung.
En la familia de Chuan Feng siempre ha habido muchos rumores e historias alrededor de la abuela Liu Yu y sus famosos admiradores, nunca se supo nada certero, la abuela había sido siempre muy discreta. Pero después de fallecer se habían descubierto muchas cartas que había conservado en un antiguo armario de olmo chino, de aquellos armarios con un cerrojo redondo. A mí siempre me había gustado ese armario, la abuela Yu lo sabía y cuando falleció me lo heredó a mí y para el asombro de toda la familia, con todo su contendido, en especial las cartas que había guardado con tantos celos durante toda su vida.
A comienzos de los años 60 del siglo pasado, Liu Yu estaba en la cumbre de su carrera profesional cuando repentinamente dejó la ópera sin dar ninguna explicación para dedicarse plenamente a la educación de sus hijas, a las cuales había dejado en el pasado bajo la supervisión de la aya que la había cuidado a ella en su propia niñez. Nadie entendió por qué Liu Yu había tomado tan abrupta decisión hasta que la revolución de la cultura estalló y pasó por toda China como un huracán, dejando nada mas que destrucción y muchos muertos, sobre todo entre los famosos artistas y escritores en todo el país. Si eso había sido clarividencia de la abuela o un mensaje secreto de un íntimo amigo, de algún alto funcionario del partido comunista, nunca se supo, pero quizás ese pasaje de su vida estaba oculto en alguna de las muchas cartas guardadas en aquél armario.
La abuela no iba a olvidar ni dejar su pasión. Con la muerte del presidente Mao y el consecuente cambio radical en la política, la economía y por ende en toda la sociedad china, la abuela decidió revivir su vocación, pero esta vez, a través de sus dos hijas, y en especial, adiestrando a su nieta Liu Mei Feng en el arte de la música, canto y la danza tradicional china, algo prácticamente exterminado en la República Popular por la revolución de la cultura en ese entonces.
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Algunos miembros de la familia se habían quedado en el entonces llamado hotel Metropole. Entre ellos estaba el famoso Dr. Liu Jianlun, un tío lejano de Chuan Feng.
Chuan Feng, miembros de la familia Liu y yo habíamos preferido quedarnos en El Peninsula, un hotel de cinco estrellas construido en 1928 emblemáticamente situado junto al puerto Victoria en Tsim Sha Tsui donde iba a celebrarse la boda de Mei Feng y su joven novio millonario Song Yin, al que todos llamaban “Jim”, su nombre occidental.
Jim había y seguía haciendo su fortuna con el transporte de todo tipo de mercancía entre este y oeste, especialmente con el transporte de contenedores desde Hong Kong y en especial, desde hacía un par de años, también desde el nuevo puerto de Yangshan, el puerto de contenedores mas grande de Asia a un par de kilómetros al sur de Shanghái. Desde Hong Kong y Yangshan dirigía a diario miles de contenedores hacia el resto de los países asiáticos, pero con su buenos contactos hacia el gobierno central en Pekín y la empresa naviera COSCO, ahora en especial hacia los puertos norteamericanos y europeos. Mientras sus compatriotas producían cada vez más artículos de consumo textil y electrónico para el mercado global, el consumidor chino requería cada vez mas productos agrícolas para su propio consumo, desde la soja hasta productos prácticamente desconocidos en la China hasta ese entonces para el consumidor común, como la carne de res australiana, el café sudamericano, el chocolate belga o productos de lujo y marcas occidentales, como la maquinaria de producción alemana, francesa o italiana, automóviles Mercedes Benz, relojes Panerai, carteras de Bottega Veneta, jamones de jabugo españoles, caviar de Beluga y champán o vino de Burdeos. La empresa de Jim ofrecía el transporte adecuado para todo tipo de producto de consumo industrial o comercial desde y hacia China y Hong Kong.
Había conocido a Mei Feng en una fiesta de amigos pekineses residentes en Shanghái. Mientras su belleza dejaba atrás a todas las demás chicas en la fiesta, lo que le atrajo más, era su carácter. Era una mujer encantadora y al mismo tiempo muy independiente y profesional. No le parecía interesar mucho el bolsillo de los jóvenes empresarios en la fiesta, sino más bien, lo que les interesaba aparte de trabajar, ganar mucho dinero y gastárselo en artículos de lujo europeos. Jim provenía de una familia acaudalada, había nacido en Hong Kong y se había educado en Inglaterra y los EEUU en los mejores colegios y universidades. Conocía el lujo desde su infancia, pero el hecho de que su familia perteneciese a la aristocracia de Kowloon, una familia que decía ser de ascendencia del último emperador cantonés Song Bing, no le había permitido vivir de forma desenfrenada, como lo hacían los hijos de los nuevos ricos. Su familia le había inculcado el valor de una buena educación, lo mejor de las escuelas jesuitas y las universidades anglosajonas mezclado con las sabidurías confucianas y las estrategias de negocios derivadas del gran general y filósofo Sun Tzu. El dinero en la familia Song, se lo tenía que ganar cada uno por sí mismo.
Mei Feng se diferenciaba de todas las chicas que había conocido hasta ahora y en especial en Shanghái, que a pesar de estar todas muy bien educadas, cosmopolitas y las más occidentales en toda China, tenían el defecto y no solamente la fama, de ser interesadas antes que nada en el dinero de sus esposos antes de cualquier otra cualidad. Mei Feng era diferente, quería saberlo todo de Jim, por qué había estudiado en el extranjero y no tomado un puesto en la empresa de su acaudalado padre, por qué se había dedicado a estudiar filosofía antes de estudiar administración de empresas, cómo se vivía en occidente, cómo eran los hombres y las mujeres en Europa y América, su arte, cultura, música, literatura, religión y en especial la comida, algo tan importante para todos los chinos. Jim por un lado amaba lo tradicional de Mei Feng, parecía venir de otra época, de la época de los emperadores de la China tradicional. Por otro lado, cuando no actuaba en la Ópera de Pekín, Mei Feng parecía ser una chica moderna cualquiera de la alta sociedad, gastándose el dinero de papá, de un esposo acaudalado o de un amante, probablemente de un funcionario corrupto con mucho dinero, vistiendo los últimos modelos de Balenciaga o Tom Ford, sus marcas favoritas. “Me gusta el disfraz” decía, haciendo alusión a sus disfraces de género “dan” en la Ópera de Pekín y los modelos que lucía de los nuevos diseñadores occidentales, que muchas veces también parecían disfraces. Pero la gran diferencia era, que Mei Feng no tenía a ningún favorecedor, su padre había fallecido hacía mucho tiempo, tenía suficientes pretendientes pero ningún novio y tampoco a ningún amante funcionario, mucho menos casado. Su abuela Liu Yu le había instruido en el arte de la seducción, pero también, en la sabiduría de no caer en la tentación del dinero de un pretendiente cualquiera y de siempre valerse por sí misma.
Se enamoraron mutuamente y la velocidad por la que decidieron casarse, asombró a todos los que los conocían. Habían decidido casarse en Hong Kong e invitar a los amigos íntimos y las familias. Era de esperarse que los padres de Jim también invitarían a la aristocracia de Hong Kong, el evento sería la sensación en Pekín y en Hong Kong por las siguientes semanas.
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Nuestra tragedia familiar en Hong Kong en aquél febrero del 2003 y lo que impactaría en el mundo lo tenía todavía muy presente en mi memoria. No solamente se había enfermado gravemente el tío de Chuan Feng antes de que la boda tomara lugar, sino que los parientes que se habían hospedado en el mismo hotel del Dr. Liu Jianlun, en el hotel Metropole, ya habían mostrado síntomas de una gripe, estornudando y salivando por doquiera en una pequeña cena familiar que se sostuvo en el hotel Peninsula dos días antes de la boda oficial. Durante la boda habían faltado sorpresivamente el Dr. Liu Jianlun y su esposa, habían sido ingresados al hospital Kwong Wah con una aguda pulmonía. Los parientes que habían residido en el hotel Metropole y venían predominantemente del sur de China se mostraban ahora en un estado mucho más agudo, pero no habían querido perderse por nada la boda entre Mei Feng y Jim. Por suerte, nuestra mesa había estado ubicada al lado opuesto de la sala de los parientes con gripe y como el Dr. Liu Jianlun no había asistido a la boda, no habíamos tenido motivos de tener contacto. En nuestra mesa se encontraban los parientes del norte de China y estábamos justo al lado de la mesa de los novios. Mei Feng estaba preciosa como era de esperarse, pero todos la notábamos algo apagada, contrario a su carácter vital y atractivo. Decía tener un fuerte dolor de cabeza que no se le había quitado ni con aspirinas ni con el tratamiento de acupuntura que le habían aplicado en el SPA del hotel Peninsula. La boda fue todo un evento, asistiendo el quién-es-quién de la sociedad de Hong Kong. Yo me había dedicado a tomar fotos con mi antigua cámara, una Leica M que me ha había regalado mi padre en los años 70 del siglo pasado. Había sido una de esas innovaciones que cambiaría una industria y profesión. Las cámaras en el siglo XIX eran de estudio hasta que la empresa norteamericana Eastman Kodak desarrolló y comercializó un cámara fotográfica asequible para las masas. La Brownie, una caja de cartón fotográfica, se produciría en diferentes tamaños por más de 80 años con el objetivo de vender el rollo de la película que llevaba adentro. El rollo tenía una formato para foto de 6 x 9 mm, con eso se permitía hacer impresiones en papel hasta el tamaño de una postal nada mas. Para hacer fotos de alta calidad se requerían cámaras de gran formato o complicadas de transportar. Cuando la empresa alemana Leitz desarrolló una mini filmadora a comienzos del Siglo XX para poder realizar pruebas en formato de 35 mm para la industria cinematográfica, se dio cuenta que lo que realmente hacía esta filmadora súper compacta, eran excelentes fotos. La diferencia entre una cámara Kodak y una Leitz Camera era como la diferencia entre un Ford T y un Mercedes Benz Kompressor diseñado por Ferdinand Porsche. Había nacido la Leica y con ello la fotografía como la conocemos hoy.
El modelo que me había regalado mi padre era en principio el mismo modelo que se había construido durante casi un siglo, con ligeras mejoras en el manejo, lentes y materiales. La ventaja de mi Leica para tomar fotos durante la boda consistía en su tamaño compacto, manejable con una sola mano, y con mi lente Summicron de 35mm 2.0, además permitía tomar fotos de alta resolución en un entorno de poca luz sin flash y por lo tanto, pasar completamente desapercibido. A pesar de los numerosos fotógrafos y periodistas tomando cientos de fotos en poses y con flash a la aristocracia de Hong Kong y en especial a Mei Feng y Jim, fue con mi antigua Leica con la que pude captar discretamente las escenas en aquél entorno de fiesta, sin saber en ese momento que lo que estaba captando, eran los últimos momentos felices de muchos y los últimos momentos en vida de decenas de personas, como la sonrisa que Mei Feng le brindaba a su futuro esposo.
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“Qué me dices Chuan Feng, no me digas que hay una nueva epidemia de SARS?” estallé alarmado.
“Lo que está pasando ahora en Wuhan bàba es muy parecido. Recuerdas a mi amigo Toni Cheng, al que conociste hace dos años en mi fiesta de matrimonio y con el que tuviste una larga discusión sobre fotografía análoga versus fotografía digital? Pues el trabaja en Wuhan como director de un laboratorio de análisis. Aparentemente han habido una serie de casos de gripe resultando en neumonía aguda, sobre todo en pacientes mayores. Como Toni conoce nuestra historia familiar y lo que sucedió en aquella primavera del 2003, lo que más le preocupa de momento es, de que también se haya enfermado personal del hospital de los mismos síntomas, y eso en muy corto tiempo. Le ha hecho pensar de que aquí se trata de un contagio muy dinámico. En el laboratorio han pensado inmediatamente que se trataba de un corona virus causando el famoso SARS como en el 2003 en el sur de China. Mientras en los análisis han visto que efectivamente se trata de un corona virus, éste es diferente al que se encontró en 2003, por lo que posibles vacunas desarrolladas no tendrán efecto. No han todavía podido reproducir el genoma, pero entretanto hay cada vez más pacientes ingresando los hospitales en Wuhan. Se teme que sea una pandemia por el número de pacientes que ingresan todos los días. Hay mucho temor, las autoridades nos han prohibido comunicar nada a nadie, incluso han amenazado y silenciado al médico Li Wenliang, que nos puso al tanto de todo”.
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Las fotografías que pude tomar durante la boda de Mei Feng y en los días siguientes hablaban por sí mismas. Nuestro grupo familiar, la boda, los que tuvieron contacto con nosotros, lo que pude captar en el hospital y luego en los funerales del Dr. Liu Jianlun y sus esposa y en especial en el gran funeral del Mei Feng al corto tiempo después, contaban la historia de una tragedia acontecida de forma relámpago, no dando oportunidad de siquiera reflexionar lo que estaba sucediendo o peor, lo que todavía podía o estaba por suceder.
Fue en esos mismos días cuando el gobierno chino decidió comunicar a la Organización Mundial de Salud, que en el sur de China, en la provincia de Guangdong, se había descubierto y se estaba esparciendo un nuevo virus coronario de alto contagio. Habían fallecido ya cientos de personas en Guangdong y nadie sabía cuantas más podrían ser las proximas. Mis fotos, que habían captado la tragedia desde su comienzo hasta su desenlace, me las había solicitado la Associated Press para su difusión. Pero por respeto a todos los familiares y en especial memoria a Mei Feng y su viudo esposo, decidimos Chuan Feng y yo en mantenerlas en nuestro resguardo privado familiar al igual como había hecho la abuela Liu Yu con aquellas cartas que había resguardado discretamente y nunca había compartido con nadie ni mucho menos publicado en toda su vida. Jim, el joven magnate y viudo después de dos semanas, no se casaría nuevamente, pero en el amplio y suntuoso salón de su extenso apartamento en lo más alto de Victoria Peak, luciría una ampliación de dos metros por tres metros en blanco y negro, iluminada con focos de museo la foto que pude tomar y en la que alcancé captar aquel momento en que Mei Feng inclinaba su cabeza ligeramente hacia atrás y Jim procedía a besarla, a solo 10 centímetros de distancia, ambos con los ojos profundamente fijos el uno en el otro, los rostros iluminados con el fondo prácticamente apagado, como si todos nosotros no estuviésemos presentes durante aquellos cortos momentos de ensueño en el hotel Peninsula y que perdurarían en la memoria de Jim toda una vida. La foto en la Peak Road 75 sería la única foto y su ampliación, la única que saldría de mi colección hacia afuera. Sería mi regalo de bodas y una sola gota de confort para Jim, con el que todavía mantengo una estrecha relación desde aquellas semanas grises en Hong Kong.
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Si ha estallado un nuevo virus pandémico, no quiero saber lo que se nos vendrá encima. Mis premoniciones, desde luego, presentían lo peor.
FIN DEL PREFACIO
(no te pierdas la continuación, los siguientes capítulos, pero quizás nos compartas también tú experiencia literaria en tiempos de la Pandemia del Corona Virus, del cierre total, en el idioma que prefieras. Con gusto lo publicaré en este portal con o sin una fotografía adjunta)